
Historia de una hipnosis colectiva
Querido covidiano:
Hace algo más de un año no habrías podido ni siquiera vislumbrar que, de repente, todos los medios de comunicación, los gobiernos de diferentes países, y las autoridades sanitarias, se pusieran de acuerdo en la historia de un virus asesino.
Te habría parecido raro que nadie pidiera pruebas, y que los médicos o científicos que intentaban presentarlas, desaparecieran del mapa o fueran humillados públicamente.
Te habría resultado poco creíble que nadie lograra aislar el escurridizo ejemplar en un laboratorio, y te habrían llamado la atención las estadísticas de la correlación de su letalidad con las antenas 5G.

Seguro que te hubiera resultado curioso el incremento de su instalación en todo el mundo durante el confinamiento.
Y aun más curioso el mismo confinamiento en sí: recluir a una población sana para luchar contra un virus privándola de ejercicio físico, vitamina D y estabilidad emocional.
Hmmmm….habría sido demasiado sospechoso. No habría funcionado.
Pero lo hizo.
Y te quedaste en casa. Siendo solidario. Y aplaudiendo a las ocho.
El shock provocado en el momento justo de la manera justa, logró que creyeras y aceptaras lo impensable, y el “covidismo” se instaló con la contundencia de un culto religioso, al que sus seguidores no exigen argumentos racionales, pues la fé no atiende a la lógica.
El shock provocado en el momento justo de la manera justa, logró que creyeras y aceptaras lo impensable, y el “covidismo” se instaló con la contundencia de un culto religioso, al que sus seguidores no exigen argumentos racionales, pues la fé no atiende a la lógica
Y aparcaste el sentido común, porque los que lo usaban eran atacados por insolidarios: ¿Cómo se atreven a cuestionar un dogma? ¿Desde cuándo la razón puede con la fé?
Como bien dijo nuestro querido Robert Martínez hace unos días en una entrevista ,“no puedes sacar a nadie de una secta con argumentos racionales”
¡ Bingo!….Élites 1, Mundo Mundial 0.
Por eso aceptaste llevar un trapo en la boca y la nariz, aunque no pudieras respirar y hubieras leído que no sólo no sirve para nada, sino que tiene consecuencias graves.
Pero si hay que ponérselo, pues hay que ponérselo.
Por eso no pides el prospecto de la vacuna experimental, ni te importa que aun sea eso: experimental. Si te dicen que nos va a salvar, es eso: que nos va a salvar. Punto.
No quieres saber más, y si alguien se atreve a investigar es porque tiene ganas de conspirar y complicarse la vida.
Gente rara.
Mejor no dudar. El “covidismo” es así, y dice que si visitas a tu abuela la matas. Y si muere sola de pena, tú estarás tranquilo. Era muy mayor. Ya se sabe.
Y si muere la semana después de haberse pinchado el experimento, no lo relacionarás. Qué va. No tendrá nada que ver.
Tú la has cuidado, porque ahora cuidar es aislar.
Tú has sido responsable y has hecho todo lo que te han dicho que hay que hacer para que “esto se acabe”, y no has conspirado.
Y de vez en cuando, cuando algún amigo o familiar “negacionista”, de esos que no tienen paz interior y no aceptan la “nueva normalidad”, te manda alguna noticia o estadística que te hace dudar medio minuto, vas a comprobarlo a los “verificadores independientes” y te das cuenta de que es un bulo.
Y te vuelves a quedar tranquilo. Refugiado en la certeza. En el culto de la secta. En la seguridad de la secta. Porque ellos saben lo que hay que hacer y lo que no. Y sólo hay que seguirlo…y confiar.

Y si te dicen que hay que meterse un palito por la nariz para detectar si eres un arma biológica peligrosa y asintomática, pues tú te lo metes, y se lo metes a tus hijos. Aunque el que inventó esa prueba insistiera en que no sirve. Allá él, que no la hubiera inventado. Y aunque miles de científicos de todo el mundo lo sigan advirtiendo. Tú no tienes tiempo para cuestionarlo , ni para investigar. Tú quieres recuperar tu vida, y ellos saben lo que tienes que hacer para ello.
Si hay que metérselo hay que metérselo. Y punto. La “nueva normalidad” no se cuestiona, porque es eso: “normal”.
Y tú quieres ser normal. No quieres ser señalado. Quieres volver a tu vida, aunque sea con la glándula pineal como un colador, y la capacidad pulmonar al límite. Pero tú eres normal, y haces lo que hay que hacer.
Tú no eres un “covidiota” de esos que niegan. Si hasta la Real Academia de la Lengua, ha reconocido el término en su ilustre volumen.
Pero te contaré, querido “covidiano”, que el despectivo término surgió, y es usado de forma espontánea, por esos a los que ahora intenta definir en una maniobra de vuelta de la tortilla digna del “Cordon Bleu“.
Pero no vamos a discutir por una palabra, aunque sepamos el poder que tienen. Precisamente por el poder que tienen.
Como decía mi admirado profesor de griego: las palabras vuelven al que las pronuncia. Porque, en contra de lo que creemos, la palabra va antes que el pensamiento, y le da forma. Por eso en griego clásico, existen tantas palabras para definir bondad y belleza, e incluso una para designar ambos conceptos, pues son inseparables.
Y por eso me cuido mucho de las palabras que digo, y te deseo, querido “covidiano” que hagas lo mismo…no vaya a ser que te vuelvan.