muerte de franco battiato
La puerta sin llave

Astrología

Buscando el centro de gravedad

20 mayo 2021. 6:45 am

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Un análisis astrológico de la vida y la muerte de Franco Battiato

Un nómada incansable disfrazado de pequeño y errático hombrecillo,  cesó ayer su incansable búsqueda. Y volvió a casa. 

Su vida fue tan famosa como misteriosa, y su muerte nos pilló tan de sorpresa como su fama.

Era un famoso poco famoso. Un cantante poco cantante. Un intelectual poco intelectual, que para la mayoría ha pasado a la historia de la música como una “rara avis” de nariz afilada que insistía en buscar su centro de gravedad entre saltitos tecno.

Para la mayoría ha pasado a la historia de la música como una “rara avis” de nariz afilada que insistía en buscar su centro de gravedad entre saltitos tecno

Pero Franco Battiato era un buscador. De los incansables. Uno de esos que nacen con el Sol en la Casa IX: la de los viajes, la filosofía, y las grandes respuestas. Y buscar durante 76 años cansa, incluso aunque encuentres lo que buscas.

Y más si lo haces con la pasión de un Sol en Aries. Incluso si la mente (Mercurio) acompaña y aviva el fuego. 

Pero el resto de elementos van a lo suyo, creando disonancias y llamativas contradicciones: 

¿Quién si no mezclaría sintetizadores ochenteros con coros eclesiásticos y bailaría mecánicamente enfundado en un traje gris de oficinista?

Pero esas contradicciones, dibujadas como líneas rojas en nuestra carta natal, son las que nos hacen especiales, las que nos hacen crecer y unir mundos aparentemente lejanos.

Esas contradicciones, dibujadas como líneas rojas en nuestra carta natal, son las que nos hacen especiales, las que nos hacen crecer y unir mundos aparentemente lejanos

Y en este caso, Neptuno tira fuerte desde la Casa III en Libra, como diciendo: eh, tú, no tengas prisa, no es para tanto. Todo vale. Todo está bien. No hay ninguna verdad absoluta….¿qué demonios buscas si todo es relativo?

Y mientras tanto Saturno, ese Kronos que todos tenemos en algún lugar a modo de señal gigante de “STOP”, se encarga de mostrar el camino: ni por fuego ni por aire. Hay que ir por el agua: por las emociones.

Y ahí es donde Battiato encontró su propósito: En las aguas cancerianas de la memoria colectiva…allí donde se situaba el Nodo Norte: en el viaje interior, que en su caso es una vuelta a la madre universal, al inconsciente colectivo…eso que se abre sin querer con la música.

Y no es raro que la música haya sido el catalizador perfecto para expresarlo, pues su Ascendente leonino ya tenía todas las papeletas para subirle a un escenario. 

Pero no de cualquier forma: su Luna ( con Plutón en Leo en la casa XII) pedía a gritos  intimidad y visibilidad al mismo tiempo, algo que parecería imposible de imaginar a no ser que fueras Franco Battiato, y te las apañaras para actuar ante una multitud sentado “en cuclillas” encima de una especie de alfombra mágica y con unas babuchas de andar por casa.

Y que lograras hipnotizar al público con tu modesta voz, a pesar de haber sido acompañado por una gran orquesta filarmónica.  

Ah, pero tenía un As en la manga, y es que contaba con la inesperada ayuda de Venus, planeta encargado de dirigir la función en esta carta.

El arquetipo de la belleza y la armonía, se encontraba justo en el Medio Cielo de su mapa natal (el lugar que vamos enseñar a los demás), con un estado cósmico que haría las maravillas de los astrólogos de la antigüedad.

Y al dominar desde el signo de Tauro, que rige la voz,  logró convertirla en el vehículo con el que tangibilizar el resto de elementos de la carta. El simple acto de cantar, fue capaz de bajar todos los ideales a esa tierra tan escasa como determinante en su carta.

Porque lo importante en esta carta es lo que no se ve: ese misticismo que exudaba y que podemos observar en la sobrecarga de energía en el cuarto cuadrante (arriba a la izquierda), y que era capaz de canalizar a través de su vehículo más terrenal: la voz.

Lo importante en esta carta es lo que no se ve: ese misticismo que exudaba y que podemos observar en la sobrecarga de energía en el cuarto cuadrante de su carta y que era capaz de canalizar a través de su vehículo más terrenal: la voz

Cuando emprendió su viaje de vuelta, la Luna pasaba por su Ascendente, y Saturno por su Descendente

Los atacires, esos infalibles relojes del destino, también se sincronizaban anunciando el momento, y haciendo un perfecto baile cósmico.

En el reloj de todas las muertes, el ciclo de 156 años, el atacir del Descendente llegaba a su Plutón natal, mientras el de Plutón estaba a punto de encontrarse con su Descendente. El de Neptuno, regente de su casa VIII ( la de la muerte), llegaba a su Sol.

Por si fuera poco, en el ciclo de 13 años, conocido como el ciclo de la muerte, se producía una coreografía similar, en la que el atacir del Sol llegaba al Descendente y el de Neptuno al Ascendente.

Semejante sincronización sólo es digna de un nómada que, al fin, encuentra una luz familiar que le anima a descansar y cejar en su búsqueda

Semejante sincronización sólo es digna de un nómada que, al fin, encuentra una luz familiar que le anima a descansar y cejar en su búsqueda. 

Porque su alma, al fin, había culminado su propósito canceriano de volver a casa, y desde allí guiar a otros nómadas con su luz.

Muchos seguiremos alumbrados por ella, emocionándonos al escuchar los primeros acordes de “E ti vengo a cercare” o recordándole cantando “Il trene di Tozeur” bajo la luz de las estrellas de Cartago, en una de esas noches en las que todo estaba en equilibrio. Ese equilibro perfecto. Ese centro de gravedad. Permanente.


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