
Cómo una dieta vegetal puede ayudar a revertir la actual situación de emergencia climática.
Cada vez son más las entidades internacionales que advierten sobre la relación entre ganadería y cambio climático. Un tema que hasta hace bien poco parecía fuera de la conversación, un tema tabú, que ha tenido que dejar de serlo porque nos encontramos en un momento clave para empezar a actuar de verdad, porque no, no hay planeta B.

Recientemente, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), ha señalado que las emisiones del sector ganadero suponen ya el 14,5% del total, o lo que es lo mismo, tanto como todo el transporte mundial. Y es que el crecimiento exponencial que en las últimas décadas han tenido las explotaciones intensivas no es “gratis” para el planeta.
En el mes de agosto el Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC) reflejó en su Informe sobre el uso de la tierra que cambiar el sistema de producción de alimentos es esencial para salvar el planeta de una catástrofe climática. El ganado libera unas grandes cantidades de metano (un gas de efecto invernadero 25 veces más potente que el CO2). Pero además, la deforestación de zonas verdes esenciales para enfriar la temperatura global como la Amazonía, que absorbe enormes cantidades de carbono, está vinculada a la expansión de los terrenos dedicados a ganadería. No solo para la explotación directa, sino también para la producción del cereal necesario para la alimentación de los animales. La FAO apunta que, de media, cuesta 3 kilos de cereales producir un solo kilo de carne.

En este mismo sentido Nature señala que la explotación ganadera ocupa el 83% de la superficie agraria disponible en el mundo mientras que solo produce el 18% de las calorías y el 37% de las proteínas que nos comemos entre todos. Un filete de carne de vaca tiene la misma huella climática que 35 platos de verduras.
No se puede negar que la realidad que revelan todos estos datos es abrumadora. Pero hay esperanza. Proveg, en su estudio Más allá de carne revela que uno de cada cinco españoles ya ha optado por reducir o eliminar la carne de su dieta. Y esta es una tendencia al alza que además tiene unos resultados directos muy importantes: una semana sin consumir productos de origen animal supondría evitar las emisiones que se generan al conducir 100 km y evitaría un desperdicio de agua similar a tirar 500 veces de la cadena y preservar 40 m2 de bosque.
Si reducimos a la mitad nuestro consumo de productos animales podemos disminuir un 17 % el consumo de agua relacionado con la alimentación, un 30 % el uso de la tierra destinada a la alimentación y un 36 % de sus emisiones.

Si vamos un paso más allá y escogemos una alimentación vegana (100% vegetal) podemos reducir un 71 % las emisiones relacionadas con la alimentación, un 36 % el gasto de agua y un 62 % el impacto en el uso de la tierra.
Está claro que un cambio es posible y puede empezar desde tu plato… ¿por qué no?.
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